martes, 6 de octubre de 2009

Otro himno a la juventud

Nota extraída de la Jornada Jalisco para uso académico. Cualquier mal uso es responsabilidad de quien lo haga.


La escritora se declaró partidaria de una revolución pacífica 
y como alguien que cree 
en el respeto a la vida

Los poderosos no me quieren, pero ya me acostumbré: Poniatowska

RICARDO SOLÍS

Elena Poniatowska dijo que toca a los jóvenes de hoy exigir a los gobiernos empleo digno y sobre todo más educación, porque sin ella vamos al suicidio
Lupa

Ayer por la mañana, para dar inicio a las actividades del Festival ‘Otoño Cultural’ con el que el Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA) de la Universidad de Guadalajara (UdeG) conmemora su XV Aniversario, se presentó la renombrada escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska, para ofrecer una conferencia magistral en el Auditorio Central de dicha institución, en la que habló acerca de lo ocurrido el día 2 de octubre de 1968 y las consecuencias visibles del hecho de la masacre que cambio la faz política del país; además, claro, de responder a las preguntas que en el abarrotado recinto le hicieron los estudiantes universitarios.

Tras la calurosa bienvenida (la calificó como una “ágil pluma, de ideología firme y definida”) que le prodigó el rector del CUCEA, Jesús Arroyo Alejandre, el funcionario destacó no sólo su obra y trayectoria, refirió también que la conferencia constituía un homenaje a su vida literaria, plagada de innumerables reconocimientos. Asimismo, se declaró orgulloso de un festival cuyo objetivo principal es “promover la cultura de las bellas artes” en dicho Centro Universitario.

Por su parte, Poniatowska comenzó dando lectura a un texto en el que, como anunció, trataba “un tema que a todos nos duele”, en referencia a la matanza ocurrida en 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco; un suceso inserto en una época de cambios que hizo convivir la Guerra de Vietnam con los asesinatos de Luther King, el Che Guevara o John F. Kennedy; los Black Panthers con la invasión rusa a Checoslovaquia; los Beatles y Joan Baez con el movimiento hippie, Daniel Cohn-Bendit, los hongos de María Sabina y el LSD.

De esta forma, en un tiempo caracterizado por una juventud que tenía “mucho qué reclamar” a una sociedad que le ofrecía “una perspectiva desoladora”, la actitud de estos jóvenes no podía ser otra que la inquietud y el descontento, así como “el rechazo al orden establecido”, puesto que se trata de una era en la que “el repudio era de todos y los jóvenes eran uno”.

Asimismo, en el país, caracterizado por un partido hegemónico cuyo signo era la corrupción (que representaban de manera inmejorable sus dirigentes: Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría), el objetivo de los estudiantes fueron “los malos gobernantes” que desencadenaron un movimiento que, en palabras de José Revueltas, era un “enloquecido movimiento de pureza”.

Por ello, aunque no se consiguió el apoyo de los trabajadores, ninguna manifestación, hasta ese día, “había levantado tantas ampollas y tanta esperanza”, además de que sacaba de quicio a muchos y ponía en peligro” su “autoridad. De este modo, los 146 días del movimiento terminaron abruptamente con la masacre ya conocida, después de la cual –apunta la autora de Lilus Kikus– “muchos nos inclinamos sobre nosotros mismos”, un hecho que sólo hasta después de la subida de Cárdenas al poder en el DF se habló públicamente y del que quedan algunas “incógnitas” por resolver.

Ahora bien, al enfrentar las preguntas del auditorio (más de 400 personas que dejaron fuera a muchos interesados), destacó que toca a los jóvenes de hoy inventar su propio grito, para así exigir a los gobiernos no solamente más empleo o un empleo digno, sino, ante todo, más educación, puesto que (además de que “nos salva a todos”, puede enseñarnos a protestar) sin ella “vamos al suicidio”.

Y bien, tras un intento de concluir el acto y la confirmación de la autora para continuar con las preguntas (“yo puedo responder más”, dijo tajante), Poniatowska destacó que, a pesar de las dificultades, la juventud es la etapa “más generosa y desprendida” y, además, los estudiantes de la UNAM (“no sé los de aquí”, aclaró) “hacen muchísimo” y son un “termómetro moral” para el país. Afirmó que no cree “en estudiantes que no hagan nada”, pues son ellos quienes representan la resistencia civil.

Para concluir, tras enaltecer la participación creciente de las mujeres en la dinámica social del país y describir su preocupación por las próximas elecciones presidenciales, Elena Poniatowska se declaró partidaria de una “revolución pacífica”, alguien que cree en el respeto a la vida y la posibilidad de que “nos vayamos a dormir habiendo comido más o menos lo mismo”; una buena manera de concluir una charla entrañable por parte de una escritora imprescindible que sabe bien que “los poderosos no me quieren, pero ya me acostumbré”.