martes, 9 de marzo de 2010

Se nos ha muerto un imprescindible

Adiós al poeta Tito Maniacco, de Udine (23 de enero de 2010)

Por el inmortal Carlos Montemayor, desde aquí yo también le saludo.


Dicen que el día de ayer mi amigo emprendió un largo viaje.
Sé que los poetas estamos acostumbrados a dilatadas travesías.
A veces las iniciamos desde nuestra mesa, desde la ventana, desde una página en blanco.
Nuestros largos viajes no son para descubrir o conquistar territorios; cuando logramos regresar, a menudo nos damos cuenta de que sólo pudimos comprender los territorios que son nuestros.
No lo hacemos tampoco porque deseemos estar en muchos lugares, salvo en ciertos sitios, en algunos instantes.
No podemos permanecer para siempre en la mujer que hemos amado, en el abrazo del sol y de las tierras que han sido también nuestra familia.
No podemos extender para siempre el brindis con los amigos fraternos y disertadores, que cantan y discuten hasta que despiertan el alba.
Tampoco viajamos para alcanzar el aliento de la poesía que nos guió:
sí para escuchar nuestro corazón, que no quiere entender.
Dicen que mi amigo ha emprendido un largo viaje.
Me imagino que se trata de una nueva jornada hacia la luz.
Una luz ahora lo recibe, lo comprende y le explica cómo somos.
Quizás, tras el túnel de luz que ha recorrido, lo recibe un aliento suave de aurora, acaso un velo gris de silencio, o tal vez un pequeño poblado que está de fiesta.
Me parece ver el pueblo en los valles de los Prealpes.
¿O será en lo alto de las cordilleras del Yang-Tsé?
¿En aquella cadena de montañas, las conocidas como las murallas de Chiang Tsun, donde termina pronto el verano y llegan los vientos fríos del norte, donde las águilas vuelan sobre las cumbres y su vuelo parece un dibujo, se asemeja a un pensamiento?
Quería regresar ahí, acaso.
O posiblemente estamos en la página en blanco de su viaje. Ahí levanta los brazos y nos llama, somos parte de esa fiesta que no termina, parte de ese largo viaje que a cada uno de nosotros nos sigue buscando, nos sigue recibiendo.
Lo distingo allá, a lo lejos.
Levanto la mano para saludarlo.
Pero sé que viaja entre nosotros.

lunes, 1 de marzo de 2010

Carlos Montemayor

Ayer murió Carlos Montemayor.

En la Jornada escribieron un requiem colectivo.

Pero el escrito por él, es el más elocuente.

Ese que escribe sobre la muerte de su amigo poeta Tito, muerto hace un mes. Es su requiem. Lo hizo en la cama, luego de sus curaciones, luego de una noche cercana al día que dejó de estar sin dejar de ser.

Toda la poesía de este instante no llena la fina sensibilidad de lo que hizo con nosotros. Pero sí da forma a lo que ahora estamos haciendo con él, conmigo, con su idea, con la esencia de ser dejando de estar.

Al leerle navego por su mente, me presta sus ojos y su voz, su apreciación, su profunda mirada, sus palabras, nuestras palabras.

Su gusto por la clandestinidad que tanto encontró y toco con especial tacto.

Hace mil años que dejaste de estar sin dejar de ser.